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Seguridad Digital
Artículo de opinión y análisis crítico elaborado tras el visionado de la película

 

Desde el principio, este documental impacta por la crudeza y franqueza de los testimonios que recoge. Expertos en diferentes ámbitos del mundo tecnológico, así como algunos de los desarrolladores de los principales mecanismos que emplean las redes sociales y plataformas que utilizamos a diario, realizan afirmaciones tan abrumadoras como la siguiente:

Hay dos industrias que llamanusuariosa sus clientes: la de las drogas ilegales y la del software”.

Si esto, por sí solo, no mueve algo en su interior y le hace entrar directamente en un estado de alerta, terminará de hacerlo cuando escuche, y comprenda las serias implicaciones, de los argumentos expuestos por diversos especialistas. Tanto es así que, durante toda la película, académicos y ejecutivos de las empresas más grandes de Silicon Valley describen la adicción y los impactos negativos de las redes sociales en personas y comunidades, como resultado de las estrategias diseñadas para manipular las emociones y comportamientos humanos, y así mantener conectados a los usuarios.

Para muchos, resultará difícil asumir que podamos ser manipulados por plataformas, organismos e instituciones en los que confiamos, con tanta facilidad. Sin embargo, los propios creadores de ciertos mecanismos empleados por las redes sociales y las plataformas más habituales advierten de que experiencias digitales, aparentemente triviales, como las recomendaciones automáticas, las notificaciones, las publicaciones sugeridas,… funcionan como un cebo que es lanzado miles de millones de veces al día por las aplicaciones más usadas mundialmente.

El objetivo no es otro que acaparar el tiempo de los seres humanos, una moneda muy valiosa para empresas, políticos, organizaciones y corporaciones/países que quieren vender productos e ideas a audiencias que resultan ser vulnerables e hipersegmentadas.

Profundizando un poco sobre este punto, ¿se trata, entonces, de mantenernos distraídos; de hacernos creer que necesitamos productos y servicios que son realmente innecesarios; de inferir sentimientos, ideologías y valores; o es, sobre todo, una cuestión de vigilancia y control? Mucho me temo que todas estas razones son, en mayor o menor medida, objetivos a cumplir por cualquier corporación. Y, como usted ya sabe, en nuestro mundo cada organismo, institución,o país es sencillamente eso, una corporación.

Para no desviarme demasiado del tema, sin dejar de aclarar algo fundamental, haré una breve puntualización: el fin último de una corporación no es vender productos, ofrecer servicios ni captar clientes. El único y verdadero objetivo es generar beneficios (y en economía los costes sociales o personales no suman ni restan).

Volvamos al tema que nos ocupa, abordando otra de sus dimensiones: las supuestas bondades que el mundo tecnológico pone a nuestra disposición; y las comodidades y servicios que, a día de hoy, nos resultan tan imprescindibles y consideramos tan convenientes.

Cabría esperar que, dada nuestra enorme inmersión en la tecnología y, cada vez más, en la virtualidad, nuestra comunicación resultase más eficiente, la información fuera más accesible y nuestro conocimiento holístico pudiera llegar a ser más completo. Sin embargo, la desconexión del humano de los grupos sociales a los que tradicionalmente ha pertenecido, así como la desconexión de la naturaleza y del mundo real, es cada vez mayor; su implicación en comunidades de cualquier dimensión es cada vez menor y de una manera más impersonal y desatendida; su educación es cada vez más parcial y tendenciosa y se basa en el adoctrinamiento general y la preparación de individuos para ser pequeños componentes, prescindibles y fácilmente reemplazables, de un mecanismo (socio-económico) superior; la mayoría de la información que recibimos es falsa o resulta incompleta, con toda seguridad de forma deliberada – ya que “la verdad es aburrida”. Las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas. “Se ha creado un sistema que privilegia la información falsa porque ésta rinde más dinero a las empresas que la verdad”. -; y, en resumen, pese a disponer de tantísimas nuevas herramientas, que supuestamente lograrían una verdadera democratización de la comunicación y la información, estamos peor que nunca, aún con la sensación de que sea todo lo contrario.

Y es que, nuestra memoria se ve reducida en tanto en cuanto se incrementa la de nuestros dispositivos: “porque no necesito recordar datos que mi móvil recuerda por mí”; y nuestro conocimiento, sobre cualquier cosa, es inversamente proporcional al crecimiento de las bases de datos en la red: “porque no necesito conocer sobre eventos, fechas, datos o procesos cognitivos, ya que mi navegador posee toda la información que yo pueda requerir”. Tampoco necesito conocer las diferentes versiones sobre un supuesto hecho, y mucho menos ser capaz de analizarlas ni de tener un espíritu crítico suficiente que me lleve a discernir la verdad de la mentira, y la información de la creación de opinión: “porque puedo limitarme a pensar lo que me digan que debo pensar”.

¿Se traduce, al menos, esta tecno-conversión de la sociedad en facilidades reales en nuestros trabajos o estudios, a la hora de realizar gestiones, o en el desarrollo de nuestra actividad cotidiana? ¿Poseemos, como consecuencia directa de la supuesta democratización de la información y las comunicaciones, una mayor y mejor comprensión de nuestra realidad? ¿Disponemos de más y mejor información, de forma fiable y precisa? ¿Es la educación que impartimos y recibimos de una calidad superior debido a esta “tecno-cratización”? ¿…?

Lamento informarle de que no. A día de hoy, pese a tanto supuesto recurso, “somos menos productivos y menos felices que nunca porque somos adictos”; los jóvenes de nuestra comunidad aprendieron a manejar dispositivos móviles desde una edad temprana, pero ya en su adolescencia demuestran no entender sus riesgos ni posibilidades; ni, por desgracia, se convierten en usuarios de mayor nivel de los dispositivos que se ponen a su disposición, ni de las plataformas, aplicaciones y servicios que se les brindan.

Mientras esta supuesta integración falla estrepitosamente, nuestros jóvenes cada vez escriben peor y han perdido completamente el hábito y el interés por la lectura. Además, son cada vez menos activos, participativos y demuestran un menor interés e implicación por actividades recreativas y lúdicas en las que siempre tuvieron interés, que, además, resultaban claramente beneficiosas para su desarrollo mental, intelectual, espiritual y físico.

Si esto le parece poco, estimado lector, analice bien el comportamiento de sus menores y verá que, en general, el joven actual carece de los valores en que usted fue educado. Esto no es producto de una mala casualidad, ni de que el humano sea un perverso ser deleznable. Tampoco es un efecto adverso no esperado. Todo esto es fruto intencionado de claras y conscientes decisiones y voluntades de unos pocos, que nunca han tenido, ni tendrán, como factor a tener en cuenta su bienestar, su crecimiento, su desarrollo o su liberación de ningún yugo.

Así pues, tenemos una sociedad conformada por individuos cada vez más incapaces socialmente, peor informados y educados, menos independientes que nunca y con una salud mental en claro detrimento, que además resultan ser víctimas de una super-vigilancia y control, bajo el pretexto de una supuesta “seguridad general” y el tan comúnmente empleado “bien mayor”.

Recordemos, en este punto, que un individuo indebidamente informado, mal informado o desinformado, es incapaz de tomar las decisiones correctas.

Jóvenes cada vez más deprimidos, sin propósito vital, que presentan una creciente incapacidad social y comunicativa y que sufren, además, enfermedades mentales con cada vez mayor frecuencia y gravedad, conformarán la sociedad del futuro. Serán los profesionales que atiendan sus necesidades, en cualquier ámbito, pese a no estar suficiente y debidamente preparados; y serán las futuras referencias de generaciones venideras que, sin duda, estarán aún más perdidas y confundidas que sus predecesores.

Así pinta el panorama aunque usted prefiera no creerlo o haga el esfuerzo de no querer ser consciente de ello. El futuro se presenta ante nuestros ojos ondeando la bandera de la deshumanización y la idiocracia, de forma inevitable porque hemos sido educados para callar y aceptar; para acatar sin pensar, confiando a ciegas en desconocidos, de dudosa moralidad y malas intenciones, bajo el falaz principio de autoridad.

Pero no todo es malo respecto a la tecnología, ¿verdad? Al menos, la gran mayoría de servicios, aplicaciones y plataformas que utilizamos son completamente gratis, ¿o no?

Pues, de nuevo siento ser portador de tan malas noticias pero, no, no y rotundamente no.

Si no pagas por el producto, el producto eres tú”.

¿Alguna vez se ha preguntado como algunas empresas pueden ser cada vez más grandes y poderosas y obtener crecientes beneficios económicos mientras ofrecen servicios gratuitos?

La respuesta es evidente. Cuanto más tiempo pasa un usuario conectado, más información detallada sobre sus hábitos, gustos y características de consumo acaba exponiendo. Estos datos son recopilados y organizados para posteriormente ser ofrecidos a marcas, universidades, grupos políticos, gobiernos,… que pagan millones de dólares para mostrar productos e ideas a audiencias y persuadirles de participar.

No se deje engañar por destellos ilusorios. Nada en este mundo es gratis ni inocuo. Los costes de usar tanto producto sin coste económico son elevadísimos: usted paga con su privacidad, con su salud mental y con su salud física.

¿Qué podemos hacer para protegernos de una industria tan abominable y despiadada?

En primer lugar, infórmese en profundidad sobre los servicios, plataformas y aplicaciones, sobre su funcionamiento, sobre su línea empresarial y sobre sus directivas. Procure comprender la finalidad de cada empresa y las motivaciones reales de sus directivos. Una vez conozca todo esto, sopese si la relación coste/utilidad de un producto le es conveniente a usted, personalmente. En todos los casos, debería ser capaz de llegar a concluir que la respuesta es negativa. Si no ha llegado a tal conclusión, posiblemente acabe de convencerse a continuación.

Y es que cosas como la filantropía y el altruismo, si bien son raras en general, son completamente inexistentes cuando no podemos dejar de lado el factor económico. Y, ¿recuerda usted cual es el objetivo principal de cualquier corporación? ¡Exacto! Obtener beneficio económico.

Analicemos, pues, los métodos y procedimientos empleados por las compañías de carácter tecnológico, a fin de comprender si realmente nos están manipulando y cómo lo consiguen.

Herramientas diseñadas para enganchar y manipular:

Las notificaciones son una herramienta muy eficaz para atraer a los no enganchados y mantener a los que ya lo están.

Aza Raskin, inventor del sistema de desplazamiento infinito utilizado por la mayoría de sitios web, reconoce que “el desplazamiento automático es una estrategia desarrollada para que la experiencia parezca no tener fin y el usuario permanezca conectado”.

Guillaume Chaslot, exingeniero de Google y uno de los desarrolladores del algoritmo que recomienda videos en YouTube, expone que “el algoritmo de YouTube nos lleva a consumir contenido extremo para mantenernos pegados a la pantalla”.

La dinámica de “me gusta” y los comentarios, ya sea con elogios o con críticas, se fomenta y estimula para hacer dependientes a los usuarios.

Tristan Harris, especialista en ética tecnológica estadounidense, afirma que “gracias a las redes, toda una generación de individuos, cuando se sienten incómodos, solos o asustados, recurren a ‘chupetes digitales’ para calmarse. Esto va atrofiando nuestra capacidad de afrontar las cosas”.

Usted no ha sido educado para comprender el funcionamiento de su mente. Sin embargo,  ellos conocen perfectamente los procesos mentales (físicos y químicos) del humano y saben cómo manipularnos y aprovecharse de ciertas “fallas”. Como si usted no fuese otra cosa que una pieza de hardware, continuamente es programado y reprogramado para pensar y comportarse como al poder más le convenga.

Puentes entre la psicología y la tecnología

Qué difícil es asumir algo así, ¿verdad? Reconocer que uno no es libre y que la mayoría de lo que cree haber discurrido le ha sido inferido por terceros no es tarea fácil. Admitir que nuestros actos no siempre son conscientes, voluntarios, ni positivos para nosotros lo es menos aún. No obstante, los hechos, los datos objetivos y los testimonios de los propios creadores de todas estas técnicas y herramientas, no dejan lugar a dudas.

¿Cómo consiguen, entonces, doblegar nuestra voluntad? ¿Cómo logran hacernos pensar y actuar cómo les conviene, incluso en nuestro propio perjuicio? La respuesta es sencillísima. Mediante la manipulación de emociones a través de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer, la alegría y el bienestar.

Mediante sistemas de “recompensa inmediata”, como los “me gusta” o los comentarios positivos, las redes sociales han creado métodos de navegación capaces de estimular la circulación de dopamina a niveles sin precedente.

A medida que cada “validación/aprobación” recibida en línea genera nuevos impulsos artificiales de dopamina, las redes logran mantener a una legión de usuarios cada vez más solitarios y necesitados.

Para colmo, expertos en numerosos campos relacionados tanto con la psicología como con la tecnología, advierten de que “las redes sociales están directamente relacionadas con el aumento de casos de depresión y ansiedad, especialmente entre niños y adolescentes”. Esto no se debe tanto a un uso irresponsable de las redes sociales, como a la forma irresponsable en que las redes tratan a sus usuarios.

 

CONSEJOS

1.- Deshabilitar las notificaciones. Acceder a un servicio cuando lo deseemos y no dejar que el servicio decida por nosotros.

2.- Reflexionar antes de seguir la recomendación de un video o contenido. Siempre es preferible hacer las búsquedas nosotros mismos de aquello que nos interese y no dejarnos guiar, porque las referencias siguen una lógica para llamar a los anunciantes y no para informar.

3.- No limitarse a los contenidos que refuerzan aquello en lo que creemos. Es conveniente seguir a personas o páginas con las que no se esté de acuerdo, para aprender a ser críticos y poder cuestionarnos sobre supuestas “certezas absolutas”.

4.- No utilizar ningún aparato electrónico, al menos, una hora antes de irnos a dormir. Afectan nuestras ondas cerebrales y nuestros diferentes ritmos vitales. Impiden que entremos en fase alfa mientras dormimos e imposibilitan que descansemos bien y entremos en sueño profundo.

5.- Todo lo que el ser humano posee en la vida es su tiempo vital. Deberíamos valorarlo y emplearlo en aquello que realmente es importante. Desperdiciamos nuestro tiempo en banalidades y vanidades, empobreciéndonos mientras enriquecemos a terceros.

 

 

"Cuando alguien pone el dedo en la llaga, sólo los necios piensan que lo importante es el dedo.” ― Confucio

 

Este texto ha sido confeccionado por Anónimo, con la mejor de las intenciones, total desinterés (sin necesidad ni obligación) y el único propósito de aportar valor en la comunidad. Anónimo se declara Ser Libre y en su ejercicio del derecho de expresión e información, aún siendo completamente inncecesario, quiere recordar a cualquier persona la existencia del artículo 11 de la Carta de Derechos Humanos, que en su punto primero reza lo siguiente:

"Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras."

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